Lo único que logra la esperanza es prolongar la agonía de lo inevitable. Hasta que de repente un último crac y se corta el hilo del que esta historia se aferraba. Este final ya lo escuché. Este dolor ya lo viví. Me siento un cuento de Borges, tal vez por eso no me gusta Borges.
Se me acelera el pulso, me baja la presión y transpiro frío. Me agarro del vanitory para no caerme, mientras me miro al espejo y casi no me reconozco: pálida, ojerosa y con el corazón roto.
Un grito de furia sale ahogado, ni enojada estoy. Las lágrimas me arden en la garganta pero no llegan a los ojos. La decepción, el dolor y el error. Otra vez el error. Pero no, de ésta no me hago cargo. Esta te toca a vos. Yo quise ser prudente, yo fui despacio y desconfiada; vos me indujiste, vos prometiste hasta que dejé de no creerte.
En mi cabeza Alejandro Sanz se pregunta ¿para qué me curaste cuando estaba herida, si hoy me dejas de nuevo el corazón partido? Y yo sólo quiero saber para qué... ¿Para qué volví a confiar? ¿Para qué levanté la barrera y bajé la guardia? ¿Para qué quisiste que te quisiera?
"No te merece," dicen los que me quieren bien. No, seguramente no merezcas estas lágrimas, ni este insomnio, ni ese tiempo que compartimos. Pero entonces yo, que fui la otra mitad de esta historia repetida, ¿qué merezco?