No sé si es que la historia se repite o que uno tiende a repetirla. Supongo que la primera opción es una forma de lavarse las manos, de no hacernos cargo de nuestras acciones y elecciones, sino culpar al destino de inevitable e insoslayable sobre el que no tenemos ningún tipo de control. Claro que, si bien más sencillo, va en contra de todo lo que creo.
O tal vez son pruebas que la vida nos pone para ver si con los años, la experiencia, el dolor, las pérdidas y las ganancias nos enseñaron algo, hicieron mella en nuestras reacciones y emociones.
Sea cual sea, las similitudes son tantas que me sonrío y me asusto al mismo tiempo. Me siento Diane Lane en Infidelidad, cuando vuelve a la casa en el tren y se da cuenta de lo que acaba de hacer, como disfruta con el recuerdo y le carcome la culpa. Ok, las emociones evidentemente no cambiaron. Prueba no superada.
Sin embargo, la situación no es la misma, ninguno de los participantes son los mismos, no es lo mismo lo que está en juego. Otra vez me tomó por sorpresa, porque elegí ignorar los carteles de alerta que, en retrospectiva, eran enormes. Pero, freno de mano de por medio, evitamos el choque, cagando, pero no hubo colisión. Se ve que las reacciones sí cambiaron. Por esta vez lo dejo pasar con una advertencia, pero tenga cuidado, la próxima no tendrá tanta suerte.
Hay diferencias, sí. No tantas como debería, pero las hay A eso me aferro, esperando que esta vez, el desenlace sea otro.
2 comentarios:
Deberian inventar un cinturon de seguridad para las relaciones amorosas...
Leí por ahí que uno no puede elegir no sufrir en la vida pero al menos puede elegir quién es el que lo lastima a uno (Por ahí es Bajo la misma estrella, de John Green).
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