jueves, 28 de junio de 2007

Gasalla tenía razón.

Una vez cada tanto, en general cuando termino de rendir... Por algún motivo la gente piensa que después de dar el último examen de la tanda uno cuenta con un montón de tiempo libre que no tiene con que ocupar. Grave error, ¿qué pasa con todos esos asuntos fundamentales que delegamos en pos de los libros? Cosas como ir a la peluqueria, mirar 6 o 7 capítulos de la serie de turno, abrir un montón de presentaciones de Power Point que se acumulan en neustra casilla de mail, recuperar las 20 o 25 horas de sueño que nos debemos... En fin, ustedes me entienden.

Pero volviendo al tema en cuestion, una vez cada tanto accedo a servir de cadete a alguno de mis padres para hacer no que otro trámite en un edificio público. Así que armada con música, libro y en la medida de lo posible un televisor portátil, parto hacia la locación en cuestión.

Llego, me dirijo a la mesa de informes. Informo por qué asunto estoy ahí. (Claro, porque uno ilusamente cree que están allí para informar al público, un error de novato). Me dirijo hacia la ventanilla correspondiente, número en mano. Si uno tiene suerte, entre el papelito propio y la pantalla, hay nada más que 50 turnos de distancia. Pero eso es si se trata de un trámite "rápido". Las últimas estadísticas fijan entre 100 y 150 turnos.

Tomo asiento, si puedo, ya sea por disponibilidad de sillas y/o por su condición. No es raro entablar conversación con el pobre incauto que uno tiene al lado, después de todo, en ese momento, somos almas gemelas. Pasa el tiempo, los turnos, no. De repende la fila empieza a avanzar Las ilusiones crecen: el trámite que memandaron a hacer esta vez consta solo de 3 sellitos y un "hasta luego". No doy crédito a mis ojos. Uno tras otro van pasando lo números. Hasta que quedan solo 5 personas adelante mío (el número proporcional a la cantidad e turnos que tuve que esperar) y cominezan los problemas. Esas míseras 5 personas tienen en sus manos complicadas teorias físicomecánicas, la solución a la hambruna mundial, o la respuesta a por qué Sibartia es tan rica. Lo mismo da. La cuestión es que de los 15 minutos que pensé que me faltaban para volver a respirar aire contaminado solo por vapores de autos (a un minuto x sello, 3 sellos x 5, 5 personas, se entiende, ¿no?) mi espera se extiende a 4 horas más.

Pero la culpa es mía, por haberme permitido ilusionarme con la esperanza de no perder toda la mañana. Igual, no todo es negativo. Él último amigo que me hice en la IGJ me prometió que si nos volvíamos a cruzar, me dejaba pasar antes que él... -_-

1 comentario:

betu* dijo...

Las esperas en la IGJ... si que te entiendo!!
besos pau espero q andes bien!!