Cuando uno deja todo en la cancha, cuando uno relega casi todos los aspectos de su vida para concentrarse en uno solo, cuando le pone mucha onda a algo y no se ve en los resultados, uno se frustra.
No lo hice por el reconocimiento, ni por la palmadita en la espalda. No lo hice para que me dieran una estrellita dorada al final del día. Lo hice porque era mi responsabilidad hacerlo. Lo hice porque soy así. Elegí el camino más complicado. Elegí no trabajar a reglamento. Elegí no rendir más de una vez, dejar materias. En otras palabras prioricé.
Ahora, hete aquí, que cuando llegó el momento en el que todo ese esfuerzo, onda, compromiso, pudo, en cierta forma ser, sino recompensado, por lo menos reconocido, ellos eligieron el camino fácil. El atajo.
Pero no se dieron cuenta que el empuje tiene un límite, que necesita una motivación. Se me acaba de apagar el motor. Veremos qué pasa.