La Gota Que Revalsó El Vaso

Ayer no fue uno de mis mejores días. Hace días que duermo mal, acaso por el calor, acaso por todo los que tengo dándome vueltas en la cabeza (temas que en otro momento y con más calma abordaré). Por tanto, cuando llegué del trabajo me tiré a dormir un rato, pero en lugar de despertarme reparada y lista para enfrentar la noche complicada que tenía por delante, mi subconciente no tuvo mejor idea que sumergirme en una seguidilla de sueños confusos y enmarañados, de esos de los que te despertas con una sensación de vacío y malestar que te dura hasta el siguiente encuentro onírico.

Así como estaba, malhumorada y fastidiada, salí a comprar lo que me había comprometido a llevar esa noche. Pero antes de llegar al super, no tuve mejor idea que pasar por la modista a buscar unos pantalones mios que mi vieja me había dejado para cortar (mi metro cincuenta y cinco me obliga a hacer eso bastante seguido).

Pau: Sí, hola, vengo a buscar unos pantalones que deje para hacerle el ruedo.
Modista (vieja chota con cara de ojete): A ver... (le doy la factura). A sí, acá están. Los trajo Celina.
Pau: Sí.
Modista: (Extendiendome la bolsa con cara de desconfiada) ¿Vos qué sos? ¿La hermana?
Pau: .... La hija.

Agarré mi bolsa, pagué y me fui.

Digo yo, ya había tenido un día lo suficientemente de mierda... ¡pero que piensen que soy la hermana de mi vieja es demasiado!