Sumaste

Anoche tuve un pequeño incidente. Resulta que, además de estar sola, sin internet y con mi teléfono que se le dio por no mandar algunos mensajes y filtrar otros, de repente caí en la cuenta que la basura desaparecía. Sí, así como lo leen. No es una metáfora. Literalmente, dos bolsas de basura que yo había dejado en el lavadero para sacar en otro momento (cuando no me diera tanta fiaca) de repente dejaron de estar. La primera vez pensé que me había confundido, que no la había sacado. Pero la segunda vez que pasó, sabía que la había dejado al lado del lavarropas, y de repente no estaba más. Empecé a entrar en pánico. A maquinar. Y entre el ruido del viento que golpeaba las ventanas, y mis fantasías cada vez menos realistas, tuve miedito. Bue, MIEDO.

Tras dos mensajes sin respuesta, al rededor de la una de la mañana llamé a Cierto Individuo, quien tenía un cumpleaños y tal vez venía para casa después. Pero como no le llegaban mis mensajes, se había ido a su casa. Cuando me escuchó la voz, se dio cuenta que algo me pasaba. Medio entre risas, medio en serio, le conté que estaba nerviosa y sin dudarlo dos minutos me dijo: voy para allá. Y sin más, 1:15 de la mañana me estaba tocando el timbre.

No es mi novio. No tenía ninguna obligación de hacerlo. Podría haberse quedado durmiendo en su cama y estaba en todo su derecho. Y eligió venir a verme porque me escuchó intranquila. No hay vuelta que darle: sumó.