Dicen que un escritorio ordenado es el reflejo de una mente ordenada. Bueno, mi escritorio en la oficina suele ser lo que burdamente se conoce como: un kilombo. Pilas de papeles, carpetas, biromes, resaltadores, y cuanto elemento más haya necesitado en el transcurso del día. No me molesta, hasta trabajo mejor así.
Ahora, lo que definitivamente no tolero, es que el escritorio de la computadora esté desprolijo. Un desktop debe tener pocos íconos, dentro de lo posible solo los que vienen con Windows originalmente. Nada de crear miles de carpetas que contienen dos archivos pedorros. Nada de acceso directo a cuanto programa se instala. Y por supuesto deben estar alineados a la izquierda de la pantalla. Si así dispuestos se forman más de dos hileras, algo no está bien.
Bajo ningún concepto se permite tener ocho millones de ventanas abiertas, mucho menos si son del explorador: Para eso se inventaron las pestañas! Se abre un archivo de Word, se termina de trabajar en él, se guarda y se cierra. Así de simple. Si se necesita más de un programa abierto a la vez, los mismos deben ser finalizados cuando ya no se requiere su uso. Todos los archivos que correspondan al mismo programa deben estar uno al lado del otro, sin importar el orden en que fueron abiertos. Si los quieren acumular en el modo "cascada" o no, eso es a gusto del consumidor.
Finalmente, las ventanas de los programas que se puedan minimizar sin cerrar (estilo MSN, Nero, etc) solo deberán estar visibles en el instante en que se lo utiliza. Y si se pueden ocultar tras la flechita de la barra de herramientas, mejor. Y ya que estamos en el tema de las ventanas, las conversaciones de chat no pueden, ni debe, ser maximizadas para que ocupen toda la pantalla. Contrariamente, las ventanas de todos lo demás programas no puede, ni deben, ser usadas sin estar abiertas a su máxima expresión.
Ahora permiso, se me acaban de caer las tres pilas de papeles que estaban entre yo y el teclado.