jueves, 21 de mayo de 2009

Llamame Bien

Hay situaciones en las que confundirte el nombre de una persona puede ser muy incómodo. Me pasó hace poco de tener que presentarle un amigo a C.I:

Pau: C.I., Emilio
Amigo: Hola, qué tal, Emiliano.
Pau: Eeh, sí, eso.

Por supuesto que nada más complicado que gemir el nombre equivocado. Pocos momentos tan irreversibles e insalvables como nombrar a otro en el punto máximo de la exaltación. Esto no se discute.
Sin embargo, el otro día descubrí (o casi descubro) una circunstancia en que puede terminar resultar casi tan conflictivo. Hete aquí que estábamos en plena y acalorada discusión con C.I, y en más de tres ocasiones tuve que contenerme de no llamarlo por el nombre de mi Ex. Por suerte la pelea fue por MSN, que suele ser contraproducente, pero en este caso me benefició; Porque varias veces mientras pensaba que ponerle (se ve que en algún momento maduré y empecé a pensar antes de escribir) me salía de adentro evocar el pasado. Y si bien no tuve la oportunidad de comprobar el resultado, me imagino que la trifulca habría terminado en una pequeña guerra civil de haber ocurrido.

4 comentarios:

CRirchu dijo...

Me ha sucedido, con los nombres osbre todo valeria y vanina, o sea son muuuuuuuuuuuuy parecidos. O cuando te dicen si porque juli tal cosa juli tal otra. Y cuando le queres contar a alguien la presentas le deics: juli...ets? juli..a? juli...ana?

Al horno, siempe sucede.

Pedro B. dijo...

A mi todo el mundo me dice Pablo ya fue ya me acostubre no es tan grave...

Indignada dijo...

Tremendo. Yo creo que a mí no me habla más.
Pero mi familia se ha mandado esos errores, incómodos por completo!

El prisionero de medio oriente dijo...

A mí me pasó! En el climax, que digan otro nombre, te querés matar. Y bue!